Creative Commons License Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
Ying Yang


No sé lo que diferenciaba todo aquello, sólo que me sentía diferente. Algo así como con perspectiva.
El mundo alrededor era igual de catastrófico que siempre, España iba igual de mal y peor, el mundo iba a su bola, con sus guerras, sus hambres y sus métodos. Igual de mal y peor. 
Y yo allí dentro de todo ello como un simple hormiguita me sentía diferente. El trabajo, la posibilidad y esa ecuación resuelta. 
Algo fuerte dentro de mí, me decía que todo se iba a arreglar por mucho dinero que faltará para el final del mes, para tener un poco de vida. ¡Joder! vivir en puto sistema era una mierda auténtica y no había ningún error de concepto.

El caso es que la primavera nunca llegaba, el hueco para respirar sí y supongo que en eso debía encontrarme  porque las fiestas de antaño con sus derivados me parecían estúpidas y vacías de contenido, cómo de verdad eran, y era algo así como que florecía cada mañana dando un pasito más allá. 
Y que no me podía engañar, podía pasar por la lógica aplastante cualquier cosa, pero los intangibles y sus cositas eran los que eran. 
Total que pasaba mis días entre trabajo, rutina y método, soñando despierta cosas muy concretas y reales.
Leyendo un pellizco, riendo si había ocasión, escribiendo si me apetecía y yendo a los chinos de al lado del trabajo a comprar galletas de chocolate.
No es que hubiera desaparecido nada de mi memoria, todo estaba allí tal cual se quedó, lo que había cambiado era su percepción y me sentía tan segura de ciertas cosas que incluso el tono de voz al hablar era más tranquilo que nunca porque había dado todo lo que tenía dar y no había ni más ni menos.
Todo se reducía a eso, supongo. 
Él lo sabía y yo lo sabía. No había más dureza que sea, más verdad que esa, ni más amor que ese. 

Cartas a ningún sitio VII 
  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ying Yang
UFS: Unión de Folladores Salvajes.
Ufs: Unilateral fusión de sensaciones.

Su amor no era sencillo

Los detuvieron por atentado al pudor. Y nadie les creyó cuando el hombre y la mujer trataron de explicarse.
En realidad, su amor no era sencillo. Él padecía claustrofobia, y ella, agorafobia. Era sólo por eso que fornicaban en los umbrales.
Mario Benedetti

Entradas populares

Tuiteame.