Enredados en telas de arañas, danzábamos soledad y suspiro. De fondo gotas de lluvia entrelazadas, acompasaban los charcos, qué salpicaban una tremenda realidad.
Existíamos, eramos conciencias alternas pendientes de escribirnos te quieros en la punta de la piel, entre abrazo, caricia, y quiebro.
Fuera la vida se conjugaba, según el orden establecido. Trabajo, obligación y placer. Tú en el tuyo, yo en el mío. Tan separados, diferentes y unidos.
Y así, a pesar de que el azar y las ganas tuvieron mucho que hacer, nos empezamos a transitar los sentidos.
Por eso ahora, al escribir. Mi móvil está en mi mesa, esperando a que suene y el gesto emita sonrisa; y el poro, júbilo de saberse sudado entre las lenguas que nos reclaman voz-gemido y emisiones artísticas del gozo-placer.
Se me hace tarde.
La noche cae, se me cansa el verbo porque te quiero respirar con la voz entrecortada y acurrucada en ti.
Sentir, ya sabes...eso que nos vuelve tan locos.
La noche cae, se me cansa el verbo porque te quiero respirar con la voz entrecortada y acurrucada en ti.
Sentir, ya sabes...eso que nos vuelve tan locos.
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