Está amaneciendo dos horas más tarde.
Intento escribir pero el peso de mis hombros me lo impiden, escucho el ventilador de la cpu e intento escribir con coherencia la distancia mínima que hay desde el punto medio de mi cerebro al centro exacto de mi corazón.
He perdido la medida del tiempo, no sé si demasiado mucho o demasiado poco, no sé nada...la pantalla y. La mirada transitiva que se aparta de mi y baja los ojos intentando buscar las palabras del tormento de lo que es sentir zumbando dolor, sangre y adrenalina.
Está lloviendo, diminutas gotas de agua impregnan el cristal, intento ver desde ellas pero la mirada no me cabe. Me gustaría saber como es el mundo fragmentado desde el mínimo. Escuchar su ritmo a cámara lenta intentando no perderme ni un solo detalle.
Pienso en lo pequeño que es después de lo grande que me lo han hecho y en dolor de muelas que seguro que no es comparable al caído tras caído de una gota en el centro de una frente.
Nunca me gustó la rutina pero aguanté hasta que ya no pude más y ahora después de tanto tiempo la hago tan mía que me asusto. Porque no hay ni un solo día que no me levante y encienda el ordenador pensando en aquello que queda por decir y suspirando el olor agridulce de mi dichosa condena.
Dieciséis días de un año con un sentido único y transparente a pesar de los pesares y de los dolores y/o varios.
El espacio perdido en un tiempo que no existe.
ResponderEliminar..supongo que por no ser utilizado.
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