No es quiera el cielo todo el rato, ni siquiera a ratos, es mirarlo de vez en cuando y sentirse libre.
Dejar el ejercicio de los demás, por los demás y con los demás y sentirse libre.
Asumir con riesgo, la propia estupidez, el error y el margen.
Aguantarte el peso de los jodidos intangibles que son los que nos dan problemas y sentir con cierta capacidad de lucidez que eres tan libre cómo toda la naturaleza que brama.
Porque ahora que parece que la población mundial se ha multiplicado con tanta red social y tanto de todo, sólo me gustaría que el hueco donde habito me dé certeza, y no congoja.
Y es que quiero que me acompañen y no que me sigan, que me amen y no me quieran, que si no me comprenden, me pregunten.
Que no se escatime.
Ni tú, ni yo, ni nadie el esfuerzo de ser persona y no una panda de soplapollas llevando matrix a tal estado de realidad que acojona.
Qué ya está bien, qué estoy cansada, de la pose, el repose, de los unos, de los otros y de los de más allá. Qué decir de vez en cuando "iros a la mierda", no es una grosería, si no un derecho.
Qué si el Papa reza, yo escribo.
Qué si tú te vas de procesión, yo de cañas...(Ehm..) qué nos dejemos vivir un poquito,ostias, por dios, ya está bien.
Qué el mundo era un principio y lo estamos haciendo final.
Qué estoy muy muy harta de todo, empezando por mí y acabando por mí.
Qué los hijos de puta existen y los monjes también, qué en la variedad está el gusto, y en el mundo hay idiotas y todo lo contrario.
Y cómo tengo que escoger, escojo. Y cómo me gusta escribir, escribo.
Y si me muero de vieja, qué me reconozca, qué menos.
Gracias,
gracias,
gracias.
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