El aleteo descifrable del caos y sus cien sensaciones me derrotan.
Y la sinopsis no se hace cargo de nada, se me vuela la razón y me quedo cogida de un brote de todo a puntillas y bailando.
Las cien sensaciones son devastadoras.
Te explotan en los poros, en las pelusas de las pestañas, en las células pesadas, en el recuerdo de miles de historias, en el roce genuino y auténtico de un beso, en el delirio, en el miedo, en el roce y en la piel.
Y me veo.
Sólo me veo.
Y en el fondo, en el fondo de lo que ni se ve, ni se oye... Sólo se siente. Algo, algo muy peculiar me hace sonreír.
Indestructible, fanático y real.
Y se va, se evapora. Entre el humo del cigarro, el blanco zig-zag de la pantalla y el destello relámpago. Mientras, mis dedos teclean y mi cráneo zumba, sujetándose al mundo para no caerme.
Sumando vitalidad en ráfagas desatendidas, en bostezos de realidades, en fragmentos de personas que nos crujen la vida, subidos a un escaño que no votamos, en miles de razones que no son nuestras, en olores frambuesas, y campos limitados de destinos.
El aleteo descifrable del caos, es la vida. Y yo no estoy muerta.
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