Cartas de ningún sitio III

Ayer, al ver de nuevo aquél zepelín sonreí y a pesar de que la verdad sólo tiene un camino, me vi de nuevo sentada en una rotonda contigo al lado. 

Es duro luchar con sentimientos y razones, realidades y sueños, es duro saber y quedarte sin dudas. Mientras las haya siempre está la posibilidad.

Recuerdo muchas veces esa frase de esa canción..."Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio" y me sobrevive el espíritu, que tengo terror a que se quiebre.

El amor debe ser crecimiento, todo lo que no sea eso es sólo una excusa, una ilusión, un método químico de una distorsión cerebral que busca la grandeza del sexo. 

Me hubiera gustado quedarme en la ingenuidad del sentimiento que me generas pero me resulta tan imposible como despertarme sin miedo. 

Nunca he sabido expresar muy bien (para que me entienda la media aritmética) la diferencia que me genera el pensamiento de mis neuronas a la lectura precisa que hacen mis neuronas de cualquiera de mis sentimientos, y en este caso concreto del sentimiento. 

Dentro de mí, está todo preciso y exacto.

Quería esconderme en el océano impreciso del bite, expresar a escuadra y cartabón dejando al margen pincel y tono, encuadre y matiz. 

Dado que eso es imposible, que me lea quién precise en estas cartas de ningún sitio, derroche sintomático de una persona que pudo ser cualquier otra.

Y ahora que podría contar en la fragilidad de un verso el dolor que me supones, prefiero hacerlo en estas transcripciones ordinarias que un día perderán su valor en la memoria.

Me quedo pensando que la única muerte que no se llora es la propia. Y que el valor suficiente va mucho más allá de la libertad de expresión cuando el mundo se rompe en pedazos.

Larga vida a tu amor por mí.

Letra