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Ying Yang

El silencio.

El silencio, otra vez el silencio.
Me tiemblan las manos, 
quiero escoger un trozo de mi vida que no es este y está por venir.
No siento razón o sentido. 
El silencio que apedrea con ahínco el miedo, 
su mortalidad fría, poderosa, sincera.

Algarabías que murieron en tiempos de felicidad y asombro contando ilusiones y esperanzas que despedazadas en las miserias, corrompen mi alma.

No hay Dios suficiente que pueda arrebatar el acero de mi sangre,
Ni pensamiento lúcido de tonos brillantes que de esplendor a una sonrisa.
Esa tristeza que arranca el latido lúgubre y mortal de la realidad, 
y sin palabras que sumen días superiores que nos llevaron al cielo.

Dioses que no palpáis la mugre, y os reís pletóricos, sentados en vuestros grandes sillones de cuero negro, dirigiendo vuestro pequeño mundo.
Llegará el día que la bella dama acaricie vuestra alma y el miedo os congele el último aliento, que no ofrecisteis.
Ese día, ese día y no otro, la conciencia os aplastará y en vuestra propia sangre os ahogaréis, habiendo muerto por nada.

El silencio, 
grandiosa paz que calma la indecencia,
el arrebato de la desesperación,
el amor carroñero que invitó a sus bacanales carnales, pidiendo clemencia.

El silencio.
El sonido de una lágrima, más otra más, que juntaron océanos de dudas por el miedo más sincero y el corazón tan grande.
No habrá miseria, ni venganza suficiente que la soledad más absoluta.
No habrá reconocimiento ninguno, ni abadía que guarde tu recuerdo.
No habrá nada, pues nada amaste más que el afán de una mentira.

Qué la sangre de tu sangre te perdone y tu Dios te guarde. 

Sinceramente tuya.











1 comentario:

  1. Excelente entrada. Buen gusto al elegir a Rachmaninov en la primera entrada.
    Un saludo.

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Ying Yang
UFS: Unión de Folladores Salvajes.
Ufs: Unilateral fusión de sensaciones.

Su amor no era sencillo

Los detuvieron por atentado al pudor. Y nadie les creyó cuando el hombre y la mujer trataron de explicarse.
En realidad, su amor no era sencillo. Él padecía claustrofobia, y ella, agorafobia. Era sólo por eso que fornicaban en los umbrales.
Mario Benedetti

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