Recorte de una mirada I

Aquél transeúnte etílico se paseaba delante de mí, con moho en las arrugas y telarañas en la boca, mientras mi cámara zumbaba el sonido del zoom.

Me causó tanta impresión que quise mirarlo sin objetivo y con cierto acomodo me senté en un peldaño de aquella escalera.

Una vez más, cómo a tanto anónimo, le imaginé una historia sin poderlo remediar, entre las manchas de su gabán y su rostro.

Una historia de piratas, otra de amores imposibles, otra más cruel de violencia de género, otra de revoluciones imposibles; todas ellas con igual de sin sentido.

Aproveché a liar un cigarro y cuando levante la mirada, había desaparecido. 

Entre la luz del sol que se apagaba y el humo del cigarro me quedé pensando qué sería eso que te puede llevar a ser la más anónima de las personas y me miré las manos que volvían a sujetar la cámara con la única intención de seguir haciendo fotos. 

Así lo hice, y entre la falta de respeto a otro anónimo y mi mirada, tiré esta foto, que no verá nunca.