Al abrir las puertas de aquel armario la desolación llenaba todos los rincones de la casa, estaba literalmente vacío, no había absolutamente nada.
Al abrir las puertas de aquel armario el tiempo se detenía para dejar de existir.
Nada a lo que poder abrazarse, nada que llenará algún hueco racional y lógico.
Ninguna prenda que recordará un evento liviano por pequeño que fuera e hiciese sonreír.
Era la nada más absoluta y real que tenía.
Estando tan vacío, decidió meterse allí en posición fetal y cerrar las puertas.
Y simplemente dejo de existir llenando el armario vacío.
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