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Ying Yang

Al filo de tu navaja

Mi querido desorden, me inyectaste algo difícil de explicar.

Algo que va más allá de la intolerable circunstancia del éxtasis. Algo que sin causa sostuvo la certeza de las almas perdidas.
La posibilidad del roce del elixir más profundo.
La copulación más absoluta no está en el empalme del ego masculino penetrando la humedad mullida y volcánica , chorreando placer en el orgasmo más íntegro.
La metafísica intuitiva te colocó al borde del precipicio de mi ser y sin ver el riesgo, te tiré una de mis cuerdas porque yo no tengo vértigo.
Los filamentos de esa soga son mis huellas analógicas marcadas a fuego en el perímetro de tu cuello porque el impulso electromagnético que nos arrastró es innegable.

Las palabras, las miles de palabras, los millones de palabras se pueden utilizar de múltiples maneras incluso dando la apariencia perfecta muy a pesar de que la perfección no existe…
y que te puedes dejar llevar por la sensación más emotiva sin el trasfondo de la lectura.

Pero yo siento muy poco, apenas nada. El hielo de mis entrañas a base de cerebrar cada uno los gránulos del tiempo. Y busco con orden y ahínco por todas las aristas curvadas del dentro de mí para que aquello que es lo más importante. Mi corazón, no se desintegre en el congelador de la desconfianza eterna.

La vulgaridad reside en el acto infame de evaporar la posibilidad de que alguien puede llegar jamás a encontrar tanto de mí.

Porque yo ya no quiero dar tanto, no quiero dar nada.

Búscame en el precipicio al que me arrojaste y ayúdame a salir porque sin ánimo de lucro te digo: Qué yo necesito ayuda.

No sé si fue el caprichoso de los dioses, la alineación de la perspectiva cónica de los cinco elementos, la gentileza de mi sonrisa o tu afán de coleccionismo, pero lo que si sé. Es que ha sido es una auténtica putada.

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Ying Yang
UFS: Unión de Folladores Salvajes.
Ufs: Unilateral fusión de sensaciones.

Su amor no era sencillo

Los detuvieron por atentado al pudor. Y nadie les creyó cuando el hombre y la mujer trataron de explicarse.
En realidad, su amor no era sencillo. Él padecía claustrofobia, y ella, agorafobia. Era sólo por eso que fornicaban en los umbrales.
Mario Benedetti

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