Algún desarticulado de espíritu pensó en una ocasión muy larga que el amor era sinónimo de crueldad.
Y hacía estragos el muy bastardo disfrazado de etiqueta.
Sinconsuelo, que así se llamaba ella. Tendía la ropa húmeda y siempre eran sábanas.
Y de pascuas a ramos, tiempo medido sin tener ningún remedio. Se tiraba tres días llorando sin parar. La muy tonta pobrecilla, qué así decidió ella adjetivarse. (Y quiero que sepan, nada tuve que ver).
Yo aunque intentaba darle la objetividad al asunto y buscarle un sobrenombre con humor a la circunstancia. Me perdía por la imaginación aspiradora, buscando en algún texto la carcajada de su sonrisa para poderle decir que las palabras flechas eran verdad y recitarlas con gracia gitana mientras le daba las pinzas.
Sinconsuelo, me sonreía con los ojos brillantes y la pena profunda, cantando en tono de copla...no tengo remedio, no tengo remedio...
Y cuando se le pasaba a la tonta pobrecilla, el llanto desconsolaó, nos sentamos en lo alto del pedrusco más hermoso a reírnos del mundo perdido con alcohol del de 96 grados, brindando por cada una de nuestras heridas jurando entre moco y moco.
Somos fuertes, somos invencibles.
La próxima vez, absenta!!!
ResponderEliminarEl chupito del sábado fue de absenta.
ResponderEliminary ¡¡Todavía me escuece¡¡¡¡
;)