Así son lo seres del metro, callados y fantasmagóricos. Menos aquél.
Me dijo: "Oyes, qué te tienes que cambiar" pero también se esfumó entre los vagones.
Y luego estaba esa señora de cara tumefacta, bolso marrón de plástico, blusa horrible, abrigo amarillo y ojo morado. ¿Por qué no se ha esfumado? No tenía que haberla inventado ninguna historia, ahora me pesa en la memoria.
Me inventará alguien una historia y así ser protagonista de un roce de ojos y una versión de nada...
(Mientras, la lavadora gimotea y el cinto del albornoz da dos vueltas a la cintura y cuantas a mi cuello...curioso pensamiento, y ese pulgar en el punto medio de mis clavículas rozando mi traquea mientras él...qué es ésto, el despropósito de mi entrada, quizá).
Está por llover, ojalá llueva.
Los seres del metro entran con gotas de agua y así lloran conmigo.
Los detuvieron por atentado al pudor. Y nadie les creyó cuando el hombre y la mujer trataron de explicarse. En realidad, su amor no era sencillo. Él padecía claustrofobia, y ella, agorafobia. Era sólo por eso que fornicaban en los umbrales. Mario Benedetti
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