Estoy aquí y puedo romper la tregua de tu batalla y el sonido mísero de tu silencio y la crueldad sorda del dolor de tus entrañas y la vanidad muda que impregnas en cada palabra y la estupidez surperflua que derrochas...
Estoy aquí.
Deseando llorar lo que no está escrito y sufrir el anonimato de donde te hallas.
Eres el triste lamento de todo el amor que te tuve.
¿Por qué lloraste tanto? Si la que menos culpa tuvo de todo. Fui yo.
Qué felices fuimos cuando nos creimos las palabras.
Cuando la intensidad traspasa las pantallas.
Cuando tu oscuridad más profunda se agarraba al fondo de tu alma.
Repaso las lágrimas caidas de mis ojos queriendo saber porque me lo diste todo, sabiendo que me lo ibas a arrancar.
¿Por qué no me hice añicos y escupí tu veneno? Ese que me impregnaste en cada poro de mi piel, en cada pista de aterrizaje, en cada noche de insomnio...
¿Por qué no me hice añicos y escupí tu veneno?
El respeto que me tengo, el respeto que me tengo.
No puedes provocarme, no puedes pararme, no puedes matarme.
Y yo no puedo hablar contigo. Porque yo. No puedo hablar contigo.
Si me hubieras amado tan poco no me hubieras odiado tanto.
Yo estoy aquí.
Siempre.
Si me hubieras amado tan poco no me hubieras odiado tanto.
Te voy arrancar de mi mente con la indiferencia de los mortales, con la lógica de los muertos, con la celebración de los genios, con el coeficiente del proceso de tu medida, con la genialidad del caos.
Con la verdad por delante siempre llego a todos los sitios.
Recuerda siempre que yo también te puedo destrozar porque yo sé lo mucho que nos quisimos.
... siete peces, siete mares, siete peceras ¿Cómo era?
Celebraré con las llamas de tus ojos nuestro primer entierro.
Yo no necesito ser anónima para expresar todo lo que siento, todo lo que tengo, porque de verdad te digo que no tengo miedo.
Si quieres ser Jesucristo. Yo te crucifico.
¿Suficiente?
Joder, qué envidia, que palabras.
ResponderEliminarDale duro que no cojee.
ResponderEliminar