Diez minutos.
Improperios varios.
Y así comenzo la verdadera historia de Sístole y Diástole.
Paseaba sin brújula por el norte de sus sentimientos mientras sus pies descalzados se encogían por el frío de la loza.
Se sentó en el centro mismo de su desesperanza mirando el punto fijo de su alma intentando encontrar el sonido del sendero que le mantuviera bajo el calor de un abrazo.
Sabía estar solo, quería estar solo.
La gratitud del estar con uno mismo. No necesitar, ni justificación ni palabras con las cuales embaucar la expresión de un sentimiento.
Cuando el frío de sus huellas le clavo el espinazo comenzó a notar en sus mejillas el roce cálido de una caricia en una minúscula gota de agua.
Estaba llorando.
Realmente has hecho un texto genial.
ResponderEliminar"La gratitud del estar con uno mismo. No necesitar, ni justificación ni palabras con las cuales embaucar la expresión de un sentimiento"
Bueno y lo de los tres polvos de mierda...mas de lo mismo.diez minutos.
ResponderEliminaruffff como se repite.