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Ying Yang

Extrema. Naturaleza.

Mañana me sentare en el borde de una rutina para no volverme loca y con los pies colgando dibujaré narrativas de amor en la geografía de mi pellejo con el filo de mis neuronas.
Y tendré que escuchar las razones de otros motivos justos y necesarios para tener personalidad propia y no dejarme arrebatar todo lo que ya no es mío. 
Y mientras mi cerebro evalúa aquello que mis ojos no ven, haré los apuntes pertinentes.
Porque...
Imagino mi anarquía cosida al borde de tus labios. 
Se me acelera el ritmo y pinto diagramas cartesianos entre los muslos de mis razones y la reflexión de mi sexo. 
Mientras todo eso sucede, el seso repite un mantra estúpido de todo el presente del subjuntivo del verbo ser. Está lleno de las creencias de mis motivos y de las rebeldías de mis circunstancias. 
Respiro, camino y pienso sin entidad propia completa pues alguien me arrebató un trozo  con un mordisco en mi cuello, un suspiro en mi cadera y mil orgasmos en mi piel.

Mis manos se van a sus pechos con las puntas erectas esperando todas y cada una de las sonrisas verticales que añoran la expresión corporal como máxima de un proceso uniforme, continuo, personal e intransferible y mágico.
Y lejos de buscar la perfección es cuando encuentro el oxigeno de mi persona en las miles de razones que impregnan la línea recta ascendente que me supones.
Porque no es el ancho de banda de tus neuronas, es el análisis sensible del conjunto de sus fibras lo que me llena los vacíos de las nadas juntando los todos.
Y ahí está tan poderoso y fuerte.
Tan poderoso y fuerte que la única forma de no me ahogue y lo pueda disfrutar  es ofreciendo-te-lo todo lo que sale de el.

Y qué la narrativa de mi sentimiento quede enterrada en el fondo de la red por siempre y para siempre como muestra inequívoca de que alguna vez existimos.


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Ying Yang
UFS: Unión de Folladores Salvajes.
Ufs: Unilateral fusión de sensaciones.

Su amor no era sencillo

Los detuvieron por atentado al pudor. Y nadie les creyó cuando el hombre y la mujer trataron de explicarse.
En realidad, su amor no era sencillo. Él padecía claustrofobia, y ella, agorafobia. Era sólo por eso que fornicaban en los umbrales.
Mario Benedetti

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