Emitimos por canales diversos por miedo a ser interrogados
por avalanchas reptilianas que nos cuelguen por ser lo que somos.
Diferentes.
Miles de procesos similares dispuestos a enarbolar ideales
catastróficos llenos de esperanza porque romperán los cimentos conocidos en un
nuevo génesis.
Humanos de cuerpo, humanos de mente pero con espíritus
ancestrales que guardan el secreto de la existencia.
Nos disfrazamos de cotidianidad y sentido del común para
poder habitar la tierra en que vivimos y que será de los hijos de nuestros
hijos como muestra inequívoca de la evolución del género humano.
Somos un desafío, una distorsión en el tiempo, un descontrol
enjaulado por el control de nuestros límites.
Físicos, psíquicos, humanos.
Miles de datos fragmentados y codificados que recogen la
eficacia exacta de todo aquello que seremos capaces de conseguir.
Somos viajes sin gravedad, sin final. Sin miedos.
El nexo
de unión nos protege. Nos hace inmunes, intocables, imposibles de matar.
Somos la especie perdida de la sustancia de la vida.
Los
espíritus incontrolados de dios.
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