Ella con su infinitud sabrá mejor que nadie por qué y sabrá que no he desaparecido, sólo transformado.
El cursor parpadea y la pantalla está en blanco. Es todo un infinito lleno de posibilidad y trasmisión.
De repente un día me di cuenta que quería voz, pupilas, el tacto y el sabor.
Me cansé de las palabras escritas, de sus juegos, de sus artísticos giros, de que me lean y me lean y me vuelvan a leer.
Me cansé de muchas cosas, quizá incluso de que me conozcan, me cansé, me aburrí, me eliminé.
Y ahora mientras llueve y el cristal de la ventana recoge las gotas.
Despacio muy despacio, me descomprendo para volverme a escribir en algún sitio de algún hueco que no me han exprimido, experimentado. Algún hueco que me quede por desconocer, un hueco libre dónde no se me reconozca, un hueco de nada, un hueco de paz, de libertad y de intensa destreza.
Un hueco mío y de nadie más.
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