Esperaba a mis amigos. Ellos habían entrado a las 10:00. Yo a las 8:30. Sentada y con una fria y deliciosa cerveza de nombre Alhambra, empece a leer el libro. Y la media hora larga que tardaron en llegar se me hicieron minutos deliciosos leyendo página tras página. Todavía tenía su embrujo dentro de mí. Todavía tengo su embrujo dentro de mí.
Y dice así:
El antiguo reino de granada, en el que íbamos a entrar, es una de las regiones más motañosas de España, Vastas sierras desprovistas de árboles y veteadas de granitos y mármoles matizados, alzan sus crestas quemadas por el sol hasta el azul intenso de los cielos; pero en sus escabrosas profundidades se encuentran fértiles valles de intensa verdura en dondo el páramo y el jardín tienen planteada la lucha por su dominio. Incluso la misma roca, por así decirlo, se ve forzada para que brote la higuera, el naranjo y el limonero y florezca la rosa y el arrayan.
Y dice así:
El antiguo reino de granada, en el que íbamos a entrar, es una de las regiones más motañosas de España, Vastas sierras desprovistas de árboles y veteadas de granitos y mármoles matizados, alzan sus crestas quemadas por el sol hasta el azul intenso de los cielos; pero en sus escabrosas profundidades se encuentran fértiles valles de intensa verdura en dondo el páramo y el jardín tienen planteada la lucha por su dominio. Incluso la misma roca, por así decirlo, se ve forzada para que brote la higuera, el naranjo y el limonero y florezca la rosa y el arrayan.
("Cuentos de la Alhambra". Washington Irving)
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