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Ying Yang

Diez minutos I

Ingratos trazos ficticios de pleteisa autocompasiva que vende esperanzas recreandose en su desdicha de la autocomplacencia de las tres cifras, bajas...

Prepulsor de oratoria escrita y maestrillo de polvos mágicos en chupetes dulces de inicios vitales...
Enfermas amistades de círculos mal trechos realizados por los compases de las conveniencias...
Notas oscuras que no se quisieron mostrar más allá de la auto-comprensión de lo mediocre...
Tristes gotas saladas acalladas por las gónadas del alumbramiento...
Buscando iluminatis para que la sombras sean menos que en una sola dimensión...
Capadores absolutos de la libertad de expresión, dominio de masas con la capacidad básica de la unión de las letras...

Te mordería los labios, solo para escupirte tu propia sangre...


Los payasos no son artistas de la risa...más quisieran....
Uh, uh, uh...a las doce dicen los fantasmas...

8 comentarios:

  1. Cuesta mucho ocuparse y preocuparse por cosas que sobrepasan mi nivel de madurez...

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  2. Piltrafilla derrocada del olimpo, no imaginas lo que me alegra verte por estos lares preocupados y despreocupados de madureces, por un momento pensé que me iba a tener que desperdir de ti hasta la uve romana de Junio o que vendrias con la soledad de tú conciencia.

    Da igual....
    Gracias por comentar. ¡¡Beso en la frente. Tío maduro.!!

    Chico no me digas eso que soy sirena...me pirria el marisco.

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  3. Por lo que veo os la vais a montar gorda... Ginebra a las 12 y marisco. ¿Quepo? ;)

    Anele, la frase final de mordeduras sangrientas me ha dejado patidifusa.

    Besito!

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  4. AHHh!, este blog contiene mucha información, así que con calma la iré leyendo, saludos anele y aqui estamos en contacto!

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  5. Laura, ¡Patidifusa! me encanta esa palabra.
    Desde luego que cabes.

    Alan, un placer.

    ;)

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Ying Yang
UFS: Unión de Folladores Salvajes.
Ufs: Unilateral fusión de sensaciones.

Su amor no era sencillo

Los detuvieron por atentado al pudor. Y nadie les creyó cuando el hombre y la mujer trataron de explicarse.
En realidad, su amor no era sencillo. Él padecía claustrofobia, y ella, agorafobia. Era sólo por eso que fornicaban en los umbrales.
Mario Benedetti

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