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Ying Yang

Cutícula neuronal



Teníamos todo un arsenal de múltiples razones metido en nuestras cabezas como para saber que nunca más seríamos libres. Aquello nos desbordaba los sentidos en imaginaciones de sexo elocuente y seso maldito, evitando el término medio.
Eramos siendo lo que no podíamos evitar, locura en vena de ambición y derroche:


Era más divertido follar que ver amanecer escuchando palabras llenas de sucia devoción. Nuestro amor no tenía acuse de recibo.

A las 6:33 de la mañana todo me parecía tan insensato como estúpido, parte de su inteligencia procedía de su ego creciente. La mayor parte de la mía de mi humildad bienaventurada...

El fuego de la noche dibujaba demonios ocultos encerrando sus sombras en nuestra desdicha, escupiendo palabras machacadas en sangre sin ningún recurso literario.

Todo era igual de sorprendente que la última vez y queríamos ser cada vez más fuertes, que el tiempo nos sobrepasara para podernos respirar, que el tiempo crujiera nuestra continua devoción para poder arrancarnos la piel a tiras de lametazos. 

Los minutos se posaban en la velocidad de nuestras palabras porque queríamos permanecer, permanecer siempre uno por encima del otro.

Sin darnos cuent4 que nos estábamos rompiendo por amar-nos con demasiada locura, el tiempo caducó y  superamos la mediocridad de los infieles.

Eramos reos de nuestra piel y consecuencias de nuestros cerebros acelerados por alta velocidad.   
Aquél derroche de poesía inteligente carecía de principios, todo valía con tal de gænar, la supremacía del seso era lo único importante porque no nos podíamos follar. Estábamos vencidos.



La sonrisa de mis ojos devorará tus entrañas cuando entres en mí y juntos descubriremos de nuevo el precio de nuestra libertad. Todo lo demás es atrezzo corrosivo por la causa de un solo motivo.

1 comentario:

Ying Yang
UFS: Unión de Folladores Salvajes.
Ufs: Unilateral fusión de sensaciones.

Su amor no era sencillo

Los detuvieron por atentado al pudor. Y nadie les creyó cuando el hombre y la mujer trataron de explicarse.
En realidad, su amor no era sencillo. Él padecía claustrofobia, y ella, agorafobia. Era sólo por eso que fornicaban en los umbrales.
Mario Benedetti

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