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Ying Yang

El empeño de lo imposible.

La terrible soledad de no ser un holograma es perceptible solo para los ojos de los malditos.





Un terrible hedor se había metido entre cada palabra pixelada, no había ningún motivo mayor para seguir escribiendo entre los lacayos del byte. Todo, por fin, se había ido a la mierda.
Después de tanto tiempo por fin me había convencido de mi insensatez. La libertad no existía, era esclava de un ideal estúpido. 
Inteligencia y sensibilidad no eran compatibles. Mientras los demás se daban muerdos entre babas y chorreos sexuales, yo intentaba buscar un sólo motivo que me diera una posibilidad y las ganas de seguir en el mundo pestilente de los mentirosos. 
Mi escafandra de colores y mis zapatillas de ballet se me habían desgastado y buscaba un remiendo lúcido porque cualquier otra cosa me la habían sacado a hostias por mi empeño de no desistir y resistir por encima de cualquier emoción o justicia. 

Tanta estupidez y tan poca inteligencia más otro tanto de miseria radioactiva colectiva recopilada año tras año, por fin habían hecho estragos.
Mi computadora no era capaz de borrar los datos suficientes como para seguir estando  por encima del bien, del mal y escribir lo que me saliera de las meninges. 
Todo me parecía repugnante y sin sentido, inconsecuente e irrelevante, tan existencial-mente estúpido que no supe encontrar otra razón suficiente para seguir escribiendo que aquella causa. 
Nadie me iba a echar de aquí, ni siquiera yo.

Y entonces volví de nuevo, de la noche a la mañana queriendo elegir la causa y dando paso a palabras que sólo entonaban una mínima parte de lo que de verdad sentía.


La mierda ajena me estaba corroyendo las entrañas y por encima de cualquier cosa no podía dejar que eso sucedería. Sólo tenía que salir a la calle a comprar tabaco y respirar el humo intoxicado mezclado con mi aire. 
Todo lo demás me tenía que importar nada, la nada más absoluta. 
Nadie luchaba por nadie, nadie hacía nada porque sí, nadie trascendía, nadie existía.

Mi ideal perfecto moriría conmigo cualquier día siguiente entre la soledad de mi mente, entre el silencio de mi razón, entre el profundo amor que siento por la vida y ese maldito respeto a las causas, qué lejos son de ser las mías.

Al día siguiente haría un año que mi padre había muerto, al día siguiente quizá no me dolería la muela, al día siguiente quizá no me plantearía si quiera la razón inequívoca de porqué escribir, al día siguiente quizá me olvidase de las razones, de los datos y de los motivos.
Al día siguiente a lo mejor sólo existiría en mí, el mayor de los sentimientos con el atrezzo de los orgasmos y con la estupidez suficiente como para olvidar todo lo demás.

Al día siguiente quizá olvidaría de una vez por todas quién soy y por fin podría morir en paz dejando de batallar por mi existencia.

Pero mientras llegaba ese día siguiente, yo podía seguir escribiendo, decir lo que quisiera, transmitir una parte de mis partes, dejar a los estúpidos al margen, darle ritmo a las palabras, cagarme en la hostia, poner a parir a los hijos de puta, chorrear líquidos amnióticos, adornar mis placeres con coronas de colores y observar desde arriba la estupidez ambiental de tanta mierda e hipocresía.


Merecía la pena, merecía la pena seguir sabiendo que lejos de aquí, de maniobras espirituales estaban todos mis requisitos y que ni siquiera él podría conmigo cada vez que sucediera lo inevitable. 
Cerebrar por encima de sus neuronas.






Osiris Trio – E lucevan le stelle (from: “Tosca”)


El requisito supremo se había catapultado en megatones líquidos que caían derramados por los muslos sedosos de aquella muñeca del veneno y del deleite.
Él sin mirada y con el poder absoluto comprobaba que el cáñamo sagrado tenía el rigor suficiente para seguir taponando los orificios húmedos de aquella porcelana fina.

Sus rodillas rojas por el roce del terciopelo, su cuerpo inmovilizado.
Vibrado de posibilidad y orgasmo en los espacios ocultos de su locura.
El olor de la habitación estaba impregnaba del placer de la sodomía y sus cuerpos mojados de los líquidos de la lujuria.
El arte supremo los había encerrados en la plenitud de sus facultades mentales, persiguiendo el nirvana de los elegidos.
El placer absoluto más haya de cualquier límite, allí no existía nada que no fuera ellos. Deseo y meta. 
Mentes poderosas y sudor de poros buscando traspasar el umbral del orgasmo conocido. Nadie conocería jamás hasta que punto neuronas, sensibilidad y amor se podían mezclar para llegar al infinito y mucho más allá.

Sólo ellos en el silencio de su mirada conocerían el secreto real de los inmortales, sus esencias se habían conjurado en la búsqueda interminable de su sentido. Estaban partidos por dos pero eran uno. 


Anele.

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Ying Yang
UFS: Unión de Folladores Salvajes.
Ufs: Unilateral fusión de sensaciones.

Su amor no era sencillo

Los detuvieron por atentado al pudor. Y nadie les creyó cuando el hombre y la mujer trataron de explicarse.
En realidad, su amor no era sencillo. Él padecía claustrofobia, y ella, agorafobia. Era sólo por eso que fornicaban en los umbrales.
Mario Benedetti

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